No te pongas triste ante una despedida...

Una despedida es necesaria para volver a encontrarse, y un reencuentro, después de un momento o de toda una vida, es inevitable cuando se ha querido de verdad. **

lunes, 5 de marzo de 2012

Heidelberg.

Dicen que los alemanes son conocidos por si puntualidad... Permítanme que lo dude, al menos en lo que se refiere a los trenes. Que después de haberte dado un madrugón para coger a tiempo el tren de las 6:57 llegues a la estación y te diga que viene con un retraso de aproximadamente 20 minutos... en fin, que no te alegra precisamente la mañana. Y si encima cuando entras en el tren, piensas que te has equivocado, que es imposible que eso sea un tren con destino a ninguna parte, pues al final acabas con ganas de decirle a algún que otro engreído alemán como son las cosas. Pues eso pasó, que al entrar al tren, lo primero que vi fueron como unos cinco militares, porras incluidas "custodiando" los vagones y de repente un olor amargo... cerveza !!! y mucho alboroto... ¿Pero que es esto? Un grupo de "hinchas" tenían invadido el tren, si si, invadido, no cabía un alfiler, los había por todos lados, incluso sentados en los pasillos. Hinchas del Dusseldorf me refiero, y es que al parecer había ese día un partido importante. Lo peor de todo es tenerlos que ver aprovechando las paradas del tren para salir a echar una meadita, en una ocasión contamos hasta 16... En fin, que menos mal que no habíamos desayunado porque esa imagen, os aseguro, le revuelve el estómago a cualquiera.

Y a lo que vamos, que después de cinco horas de tren, incluyendo 4 trasbordos, llegamos a Heidelberg. Lo primero que hicimos, como siempre, comprar algo en una backería. Lo segundo, ir al punto de información turística que se encuentra en la misma estación y comprar un Combiticket para el castillo y el funicular. Por desgracia el funicular no estaba operativo, asíque tuvimos que coger el bus 33 que te deja al comienzo de la cuesta. O sea, que te pierdes las vistas, y que al final llegas al castillo a punto de morirte.

Pues ojeando el mapa  a ver en que dirección teníamos que coger el Bus, llega éste, y nos subimos sin pensarlo, no vaya  a ser que sea y lo perdamos... Después de un rato montadas, menos mal que Aida se dio cuenta de que íbamos en la dirección contraría. Así que nos bajamos y fuímos a esperar el mismo 33 pero en la acera de enfrente. Yo y Ana pensábamos quedarnos en el bus y que diese la vuelta completa: ¡no hagais eso nunca en alemania! Primero porque normalmente el trayecto de ida y el de vuelta no coinciden, segundo porque son trayectos "más largos" que los que hace el bus nº 8 de Huelva, bastante más creedme, y tercero, porque cuando el bus, el tren o lo que sea llega a la estación central, todo el mundo se baja !! Da igual si lo has cogido en la parada anterior, cuando el conductor dice "Ende" no hay más que hablar.

Pues a eso de la una llegamos al castillo. Es muy grande, y las vistas, incluso en un día nublado, no defraudan. Los jardines son preciosos. Está prácticamente derruido, y solo se puede pasar al interior con guía turística. Dentro del castillo está el Museo de la Farmacia Alemán, la entrada es gratís con el ticket del casillo, y el gran tonel !!!




Después del castillo bajamos a la calle principal, vimos, por fuera la catedral (porque estaban dando misa), la fachada del famoso hotel Ritter, el Alte Brücke con sus torres, y la carcel de los estudiantes. Una pasada. Resulta que en los tiempos de mari castaña, cuando los estudiantes hacían añgo "malo" (como por ejemplo emborracharse) eran castigados y enviados a la cárcel de la universidad. La universidad tenía su propio sistema de justicia independiente al de la ciudad. Pues los mandaban allí y los tenían desde uno a un mes a pan y agua. Agua que tenían ellos mismos que coger de la fuente que se encontraba a las puertas del edificio. Los estudiantes, cuando se aburrían, empezaron a dibujarse unos a otros en las paredes, a colgar fotos, se visitaban de una celda a otra, en las que solo tenían una mesa y la cama. Las mesas las usaban para hacer timbas de cartas, así que lo que al principio comenzó como un castigo, se convirtió en un símbolo para los estudiantes, hasta tal punto que todos deseaban pasar por allí al menos una vez. Lo peor a mi parecer, que tenían baño compartido, lo llamaban el trono del rey :))




Aquí la inscripción que nosotras dejamos en la Studentenkarzer: (al principo pensábamos que era un sitio horripilante, hasta que leímos la hoja informativa)



Para acabar el día fuimos al Museo de la Caja... Bueno, en realidad era el museo del envalaje, pero parece que suena más interesante con el primer nombre. No estuvo mal, si lo que os interesa es ver cajitas de nivea de cuando nuestros tatarabuelos se moceaban, tabletas de chocolate con más de 100 años.. en fin, esas cosillas de los anuncios que nuestro generación se ha perdido.

La verdad es que creo que deberíamos volver con el buen tiempo, nos quedaron muchas cosas por ver, y todo parece más bonito bajo el "blue sky".





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